El empleo joven o primer empleo es un problema que trasciende la ciudad y el país, afectando y siendo una problemática social.

Abordando el conflicto desde un contexto latinoamericano, son los extremos del arco etario (los más chicos y los más grandes) quienes sufren con profunda angustia las barreras de entrada para incorporarse al mundo laboral. Y viendo dentro de ese universo de vulnerabilidad, son los jóvenes quienes tienen el problema de acceso más alto. Falta de experiencia, contactos, relacionamiento, conocimiento del mudo, inseguridades, son algunos de los discriminadores que los dejan afuera.   

Ahora bien, enmascarar la problemática en atributos o cuestiones personales de los aspirantes a un trabajo es ocultar la responsabilidad de quienes tenemos que ayudar a construir un abanico de oportunidades para que se incorporen a la fuerza laboral activa.

En América Latina hay más de 115 millones de jóvenes de entre 15 a 25 años de edad y sólo el 50% de ellos trabaja. Y de ese número que tiene la suerte de tener trabajo, casi la mitad lo hace en condiciones de informalidad. El empleo joven es una de las problemáticas comunitarias más presentes en Mercedes, en el país y en Latinoamérica. Más del 50% de los jóvenes de América Latina no completan la escuela secundaria. Los que sí la completan no están suficientemente preparados para enfrentar los nuevos requerimientos del mundo del trabajo.

Algunas posturas críticas se refieren a la formación de los estudiantes como la primera causa de la falta de empleo. Le adjudican a la enseñanza primaria y secundaria esa responsabilidad, argumentando que es una formación deficitaria y que no incorporan suficientes conocimientos  ni tampoco el hábito del esfuerzo ni la disciplina.

La realidad es mucho más profunda cuando se analiza la situación del empleo joven, aparecen las mujeres como un grupo desfavorecido en la temática y las más afectadas por el desempleo o la informalidad en las condiciones de trabajo. Esta constante, condiciona la calidad de vida de los jóvenes, de sus familias y de la comunidad en su conjunto. Las relaciones comienzan a deteriorarse porque se pone en juego la dignidad de la persona.

Invertir en nuestros jóvenes
Al inicio de estas líneas, sostuve que la responsabilidad es de quienes tenemos que construir desde nuestras posiciones en la sociedad, una ciudad con más oportunidades de acceso. En este caso, al mundo del trabajo. Porque es hermoso trabajar, porque es un derecho que enaltece. El trabajo viste de dignidad, de potencia, de sueños y amplía el horizonte.

A nivel estructural, es cierto que se necesita invertir en planes de incentivos para que las pequeñas y medianas empresas incorporen a la masa laboral más fresca y pujante. Para que los bancos ofrezcan financiamiento para microemprendimientos y también para proyectos de alto potencial de empleo.

Tenemos que entender que sin una juventud integrada a la sociedad y con ganas de hacer del país un mejor lugar para vivir el futuro es muy corto. El potencial de nuestros jóvenes es infinito.

También podríamos armar desde una red de empleo joven comunitaria hasta una cadena de contactos personales que al enterarnos de un vecino desocupado nos empuje a tratar de conseguirle algo.  Acompañarlo en ese proceso de búsqueda que tanto duele cuando nada aparece. Escuchar, donar tiempo y abrazos.

Durante mi mandato como Consejero Directivo en la Universidad de Buenos Aires, tomamos cartas en el asunto sobre el primer empleo, contribuimos a estimular y participar en numerosos convenios laborales, los cuales posibilitaban a estudiantes a tener su primera experiencia laboral, formal y sobre su formación académica, el punto superador de estos convenios fue el compromiso demostrado no solo por entes estatales sino también de empresas privadas, quien al igual que el estado celebraban la iniciativa que afectaba positivamente a cientos de estudiantes, de esta forma pudimos lograr insertar a numeroso jóvenes en un empleo formal.

Es importante entender que el estado juega un rol fundamental en la solución de esta problemática, como citaba en líneas anteriores, los circuitos de empleo, los financiamientos a empresas, los incentivos a empleadores y sobre todo la educación son uno de los tantos aportes a una solución solidad al desempleo.

Somos nosotros quienes debemos ayudarlos a encontrarse con ellos mismos y transmitirles que la cultura del trabajo es el camino. Pero para eso tenemos que pregonar con el ejemplo. Y estar alerta para tratar de ayudar, de dar esa mano que alguno –en nuestros comienzos- también nos estrechó.

Sólo permitiéndonos reflexionar sobre estos temas podremos juntos estar más atentos a lo que le pasa a quien tengo al lado, mirarlo a la cara, ayudarlo. Y entender que el derecho al trabajo es una de las bases más sólidas para cualquier ser humano y la que más cuesta construir cuando recién se está empezando. 

* Francisco “Pacha” Cardozo es referente de la agrupación política “25 de Mayo” de Mercedes

 

 

 

 

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