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26/09/10
“Con ayuda de Dios, creceremos en el conocimiento y el amor a nuestra querida Arquidiócesis”
“Así sentiremos y compartiremos sus problemas y sus esperanzas”, dijo en el 75 aniversario el arzobispo Radrizzani en su homilía del 24 de septiembre. La ceremonia también fue pedida en sufragio por el alma de Jonatan Villalba.

Moseñor Agustín Radrizzani preside la ceremonia en la Iglesia Catedral

 

En el marco de la fiesta de Nuestra Señora de las Mercedes, el viernes 24 se celebraron las Fiestas patronales de la Catedral, la ciudad y la arquidiócesis de Mercedes - Luján. Desde la parroquia San Luis, en una nutrida procesión con todas las parroquias y capillas de la ciudad, fue recorrida la distancia hasta la Catedral donde el arzobispo Radrizzani presidió la santa misa junto a los sacerdotes de la comunidad.
 
En adhesión al momento de luto y conmoción que toda la ciudad de Mercedes vive, a causa de los hechos de violencia conocidos, fueron suspendidas todas las actividades no religiosas.
 
Durante la ceremonia, pedida en sufragio por el alma de Jonatan Villalba también, monseñor Agustín Radrizzani se dirigió luego a los presentes y a todo el pueblo de la Arquidiócesis redondeando su pensamiento sobre los 75 años de vida de esta porción de la Iglesia.
 
En su homilía, el 24 de septiembre marcó: “Estamos convencidos que la unidad, nota característica de la Iglesia, se realiza en la Arquidiócesis. Es Iglesia en cuanto posee todos los elementos esenciales que definen al Cuerpo de Cristo: Una, santa, católica y apostólica”, y recordó una frase de Juan Pablo II, que decía: “Los fieles tienen que descubrir a la Iglesia diocesana alrededor del obispo, sucesor de los apóstoles”.

“Celebraciones como esta nos ayudan a tomar conciencia de que somos Iglesia. La Iglesia es el Pueblo de Dios presente y vivo en un lugar determinado con sus parroquias, capillas, colegios, sacerdotes, diáconos, consagradas y consagrados, fieles laicos, institutos y movimientos. Pido al Señor que esta celebración de los 75 años nos haga crecer en el espíritu de ‘diocesaneidad’. Con la ayuda de Dios, creceremos en el conocimiento y el amor a nuestra querida Arquidiócesis de Mercedes – Luján y así sentiremos y compartiremos sus problemas y sus esperanzas”, continuó Radrizzani.

En tanto, se refirió a la virgen María: “Fue instrumento elegido por Dios para dar a Jesús al mundo. Ella amó, cuidó, acompañó a Jesús niño, adolescente y adulto hasta la muerte. Acompañó a los primeros amigos de Jesús: Ellos permanecían con María, la madre de Jesús. Y ella nos acompaña hoy a nosotros, a nuestras familias, religiosas, religiosos, sacerdotes y seminaristas. Ella siempre presente, nos fortalece y consuela en el camino. ¿Y qué más quiere la madre que ver a sus hijos unidos? Unidos alrededor de su Hijo Jesús. Recordemos el dolor de san Pablo cuando les echa en cara a los cristianos de Corinto porque uno era de Cefas y otro de Apolo. El Apóstol no comprende que haya bandos. No somos seguidores de nadie más que de Nuestro Señor Jesucristo. Y Él para que podamos crecer en la comunión se hizo Eucaristía”.

“La Eucaristía es el sacramento de la unidad. La Eucaristía nos une a cada uno con Cristo y nos une a todos lo que nos alimentamos del único Pan. La gracia específica de la Eucaristía es la unidad de la Iglesia, es decir, la unidad diocesana. El amor de María y el amor a la Eucaristía forman en nosotros esta conciencia de unidad, de fraternidad, de solidaridad, de caridad y de amistad. ¡Cuánto nos falta! Es este, queridos hermanos, el mejor fruto de la celebración: Crecer en unidad con Cristo y entre nosotros. Pidámosle a Jesús, por intercesión de María, la gracia de la unidad. Este fue el sueño de Jesús que en la última cena, le pide al Padre que cuide a sus discípulos para un fin concreto y puntual: para que sean uno, de tal manera que este unidad, reflejo de las que existe en la Trinidad, se dé también en nosotros para que a través de ella el mundo crea en Cristo el hijo de Dios vivo. La unidad y el amor mutuo son fuente de fecundidad apostólica”, agregó e indicó –entre otros conceptos– que la Eucaristía, por tanto, es “el sacramento de la caridad, de la fraternidad y de la unidad. Premisa para poder anunciar en modo creíble a Jesús y puente para que el mundo crea”.

“En la Eucaristía está la raíz de la fraternidad y de la unidad de la diócesis. Creer en Dios, creer que El nos hizo hijos y hermanos, por eso buscamos lo que nos une y dejamos de lado las diferencias. Ya no hay ni de Cefas, ni de Apolo… ya no hay ni de esta ni de aquella línea. Somos todos hijos de Dios y seguidores de Jesús. Cuando nos identificamos con Jesús hacemos nuestro su deseo de salvación para con todos los hermanos. El gran amor de Jesucristo y su anhelo misionero enciende fuego en nuestro corazón, por eso, cuán justa es la apreciación de Aparecida al afirmar: “La diócesis necesita robustecer su conciencia misionera” (Ap. 168). Necesitamos comunidades, parroquias capillas, colegios, en permanente estado de misión. Pero un ideal misionero que sea fruto de la fe en Jesús y en su proyecto de salvación. Este empeño no será consecuencia del entusiasmo o del coraje, o de la buena voluntad. Si no alimentamos la vida de caridad, será un fuego pasajero que no llenará nuestro corazón, no colmará nuestra hambre de Dios. Por eso, en este día de nuestra patrona y a partir de Jesús Eucaristía pidamos a la Santísima Virgen que nos ayude a enamorarnos de Jesús, que sea El el centro de nuestras vidas. María, madre nuestra, Nuestra Señora de las Mercedes, concédenos de Jesús la gracia de ser una verdadera comunidad que busquemos más lo que nos une y dejamos de lado lo que nos divide. Danos, Madre buena, la gracia de no juzgar nunca a nadie, de convencernos de ser simples servidores del Reino, que jamás nos sintamos superiores a nadie y, vivamos convencidos que nuestros hermanos también caminan hacia Dios y tratan de superar sus defectos para ser auténticos testigos del infinito amor de Dios. Ayuda a nuestras familias para que sean reflejo del hogar de Nazaret. Ayuda a nuestros jóvenes para que cultiven siempre en sus corazones el deseo de hacer un mundo cada día más justo y más fraterno. Ayuda a nuestros gobernantes para que superada toda visión egoísta o mezquina, tengan siempre en el horizonte el bien común de sus hermanos. Ayúdanos a nosotros, sacerdotes, para ser siempre testigos incondicionales del inagotable amor de tu Hijo Jesús. Que nuestras parroquias sean en verdad casas y escuelas de comunión, comunidades orantes, fraternas y apostólicas. Que nuestros colegios eduquen en la fe y el compromiso cristiano. Nuestras instituciones ayuden a sus miembros a buscar sólo el Reino de Dios y que nuestras religiosas y religiosos, fieles a sus carismas, sirvan a toda la Iglesia. Danos a todos, finalmente, la gracia de caminar sin juicios, sin divisiones, bien unidos para que Dios sea conocido y amado cada día más por nuestros hermanos. Así acercaremos nuestro mundo al sueño de Jesús: Un solo rebaño con un solo Pastor. Que así sea”, completó el arzobispo Agustín Radrizzani.

 

 

 

 

 

   

 



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